Debo de reconocer, que hoy casi me vences. Sí, te he dicho casi y tu sabes que es verdad, aunque todavía no se como has hecho que me caiga. No he notado tropezar con nada, ni que me pusieses la zancadilla, de momento me he visto que iba de cabeza al suelo, y así ha sido.
Mientras caes, no es la primera vez, pasan por la cabeza miles de cosas, pero cuando ya te notas en el suelo, suele ser vergüenza por el ridículo. Ridículo porque nadie de los que me ven , allí, en el suelo, sabe que eres tú, PARKINSON, el que me tira.
Hoy cuando estaba tumbado en el suelo, sabes, casi me vences, creo pensar, que ni minutos venciste, bueno …., algunos sí.
Me dolían mucho las rodillas y las palmas de las manos, por mi mente paso todo, como estoy, y me saltaron dos lagrimas. Me levante ayudándome con el bastón, (Bibina, con las rodillas, como me has enseñado tú. no podía), y vi el pantalón roto, en los dos camales, una rodilla toda pelada y con sangre, la otra, ahora hinchada y morada, reconozco que me hundí, pero fue el tiempo justo de secarme esas dos lagrimas, pues pensé:
- Tomás, son las 9,30 de la mañana y es fin de semana, tu ahora, tienes varias opciones para elegir, te vas a casa y te hundes, o, creo recordar, ibas a ver tu nueva cámara de fotos. Que hoy, montabas tu nuevas parejas de canarios, que comías con tu madre y después os ibais a Albalat, a pasar el fin de semana con tu cuñado y familia.
- ¿Ya sabes PARKINSON, porque no me venciste?
Sí, sonreí y ahora estoy en Albalat.
Solo diré, y se que es difícil de hacer, que intentare (hay que intentarlo) conseguirlo, que estos pequeños y puntuales momentos, no se crezcan tanto como para hacernos mal moralmente, y nos amarguen el resto del día o todo un fin de semana.
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