Hoy me gustaría escribir un comentario sobre una noticia que
ha salido hace poco acerca de una nueva estrategia para tratar la enfermedad de
Parkinson. Si este tratamiento resulta exitoso, podría detener o incluso
revertir la progresión de este trastorno neurológico.
Como ya sabéis, a pesar de la gran incidencia de la
enfermedad de Parkinson actualmente no existe
una cura, lo cual es en gran
parte debido a que todavía no se conoce su causa.
Los síntomas iniciales en un principio son más o menos
manejables gracias a la medicación, pero la eficacia de estos medicamentos
muchas veces se acaba perdiendo conforme pasa el tiempo.
Otra alternativa para paliar los síntomas de esta enfermedad
es lo que se denomina “estimulación cerebral profunda” (en ingles: deep brain
stimulation o DBS); esta técnica consiste en instalar mediante cirugía unos
electrodos dentro del cerebro del paciente que emiten impulsos eléctricos que
regulan los impulsos anormales que un cerebro que sufre de Parkinson genera.
Si bien la estimulación cerebral profunda resulta bastante
efectiva para aliviar los síntomas de los pacientes, en realidad no altera el
curso de la enfermedad.
El Dr. Craig van Horne está explorando junto con su equipo
otra alternativa para tratar el Parkinson: están llevando a cabo un innovador y
novedoso ensayo clínico en el cual combinan la clásica estiºmulación cerebral
profunda con un injerto nervioso procedente de los nervios periféricos de los
propios pacientes.
Por todos es sabido que los nervios del cerebro, una vez
dañados, no se regeneran. Sin embargo, los nervios periféricos (aquellos que se
encuentran fuera del cerebro o de la médula espinal) pueden regenerarse tras
liberar un conjunto de factores neurotróficos, que son moléculas de naturaleza
proteica cuyo trabajo es ayudar y favorecer el crecimiento y el mantenimiento
de las neuronas.
El proyecto del Dr. van Horne se basa precisamente en esta
capacidad que poseen los nervios periféricos para permitir que el cerebro, por
decirlo de alguna manera, “se cure a sí mismo”. Como parte del estudio, los
pacientes han de donar un trocito de tejido de sus nervios periféricos, en
concreto de una región que está justo por encima del tobillo.
El tejido nervioso se extrae y se implanta en el cerebro
durante la cirugía de la estimulación cerebral profunda, lo cual presenta
varias ventajas; en primer lugar, el injerto no ha de efectuarse en una segunda
cirugía, y además, como el tejido del injerto proviene del propio paciente, se
elimina cualquier posibilidad de rechazo.
Asimismo, el paciente no dejará de recibir los beneficios de
la ya por sí efectiva estimulación cerebral profunda. De esta manera, lo que se
pretende es que los factores neurotróficos liberados por los nervios
periféricos del paciente estimulen la regeneración de aquellas regiones
cerebrales dañadas a lo largo del transcurso de la enfermedad de Parkinson.
Si bien el trasplante nervioso en sí mismo no es novedoso,
el estudio del Dr. van Horne es el primero en el que el trasplante de nervios
se lleva conjuntamente con una técnica del calibre de la estimulación cerebral
profunda. La adición del injerto a la cirugía inicial de la colocación de los
electrodos sólo suma 30 minutos al tiempo total de cirugía, lo cual minimiza
cualquier riesgo extra.
Hasta el momento, cinco pacientes han recibido este
tratamiento combinado, los cuales aceptaron voluntariamente someterse al mismo
tras ser informados de los posibles riesgos y beneficios.
Este ensayo clínico se encuentra actualmente en la fase I y
por lo tanto su objetivo ahora mismo es establecer el grado de seguridad y de
viabilidad del mismo, tanto a corto como a largo plazo. Los pacientes son
monitorizados durante 12 meses, a lo largo de los cuales se les evalúan sus
capacidades motoras y psicológicas, así como la dosis de medicación que van
necesitando para paliar sus síntomas.
Dicho ensayo se está llevando a cabo ahora mismo y por lo
tanto todavía no existen datos concluyentes, pero datos preliminares indican
que no existe un riesgo mayor en los pacientes, y de momento todos han mostrado
una mejoría continua en sus síntomas. Como ejemplo, vale la pena mencionar que
los pacientes que se someten únicamente a estimulación cerebral profunda,
generalmente son capaces de reducir su medicación habitual un mes después de la
operación.
En comparación, los cinco pacientes que se sometieron a la
cirugía combinada de estimulación cerebral profunda e injerto nervioso en el
ensayo del Dr. van Horne fueron capaces de eliminar totalmente su medicación un
mes después de la operación, y sólo necesitaron regular sus síntomas a través
del “marca-pasos” de la estimulación cerebral profunda.
Esta mejora es muy importante, ya que en general los
síntomas de los pacientes se manejan de forma más efectiva a través de la
estimulación cerebral profunda que de la medicación, así que poder prescindir
de la misma es un gran paso. Es una técnica relativamente sencilla de llevar a
cabo, los pacientes donan su propio tejido y no resulta demasiado costosa.
También está libre de controversia, ya que evita el uso de ingeniería genética
o de tejido embrionario.
El objetivo inmediato del Dr. van Horne, según sus propias
palabras, es explorar las posibilidades que están disponibles de forma
inmediata, como por ejemplo repetir el ensayo en un mayor numero de pacientes.
Si este ensayo clínico supera exitosamente todas las fases, podría implicar un
tremendo avance en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson e incluso
podría tener un gran impacto en el tratamiento de otros trastornos
neurodegenerativos.
Trabajo realizado por Tomas Aznar.
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